24 junio, 2015

OSVALDO SIGFRIDO DE BENEDETTI - "EL TORDO"

En la ciudad de San Miguel de Tucumán, hasta poco antes de su detención en septiembre de 1974, " el tordo" junto con otro cro. de la dirección regional "el amarillo", eran los únicos compañeros de la regional con que manteníamos contacto, mientras militaba en Proselistismo Militar, ya que dependíamos directamente del Estado Mayor del ERP, por ser uno de sus servicios.
Fueron pocas las veces que compartimos reuniones, donde los cros. de la regional nos informaban de la situación del P. en la provincia y nosotros de nuestras actividades, hasta que es detenido en una casa junto a otros compañeros de la dirección regional en sept. del 74.

Preso en distintas cárceles del país, hasta que el 21 de julio de 1978 es asesinado estando bajo custodia del Servicio Penitenciario e intentando aplicarle la tristemente célebre "ley de fuga".


Comparto a continuación un artículo escrito por el cro. Eduardo Anguita en INFOnews el 03 de junio de 2014.


EN MEMORIA DEL TORDO DE BENEDETTI


Empezaba agosto de 1978. La algarabía por el triunfo argentino en el mundial dominaba la escena popular. En la visita masculina al pabellón 2 de la Unidad Penitenciaria 9 de La Plata había congoja. Llegaba desde Santa Fe el doctor Osvaldo De Benedetti a visitar a su hijo Gabriel. Días atrás había llegado la noticia de que el Tordo, hermano mayor de Gabriel, había sido asesinado en Tucumán. Vi a Gabriel abrazado a su padre llorando a unos pocos metros cuando entró mi padre. Lo abracé y, apenas le dije que habían fusilado al Tordo, me dijo: "Tengo malas noticias para vos. Se la llevaron a tu madre". Al Tordo lo habían asesinado de un tiro a corta distancia el 21 de julio, a Matilde la habían sacado de su trabajo tres días después.
Conocí a ese militante desde seis o siete años antes, cuando ambos militábamos en las filas del PRT–ERP, en plena dictadura de Lanusse. Con los máximos dirigentes de la organización presos, con Robi Santucho a la cabeza, De Benedetti se convertía en un referente importante. Su foto salía por todos lados, lo señalaban como el responsable del secuestro de Stanley Sylvester, cónsul general de Gran Bretaña y, al mismo tiempo, gerente general del frigorífico Swift de Rosario. Un hecho resonante ocurrido en 1971, cuando el Tordo no tenía más que 24 años. Sylvester fue liberado previa entrega por parte del Swift de frazadas, carne y leche para los barrios pobres de Rosario, de solucionar los reclamos de los trabajadores del frigorífico y de un pago al ERP. A fines de ese año, el Tordo estaba al frente del comando que ingresaba al Banco de Desarrollo y llegaba hasta las cajas de seguridad para alzarse con una suma importante de dinero. Poco tiempo después, leí en los diarios que De Benedetti caía preso. Era en las redadas por el secuestro y muerte del empresario de la Fiat Oberdan Sallustro.
Un mes después, sin saber que era su hermano, conocí a Gabriel. Llegaba para ponerse al frente de la organización en Buenos Aires, tenía apenas un año más que yo. Ninguno de los dos llegaba a los 20. Fuimos con otro compañero a vivir a un barrio obrero en San Martín y allí estuvimos hasta el 25 de mayo de 1973, cuando salieron los presos de la dictadura. Entre ellos, el Tordo y también Adela, la compañera de Gabriel. Fue entonces que Adela se quedó a vivir en la casita de San Martín y yo me mudé a La Rioja y Alsina, en Once, a pocos metros de la sede de la UOM.
Todo fue muy vertiginoso. Yo me casé. Adela y Gabriel esperaban un hijo, que resultó una hija. La conducción del PRT–ERP decidió que no habría tregua "para el ejército opresor y las empresas imperialistas". Cada cual podía tener su propia impresión, sus propias opiniones, y hasta podía retirarse de la organización. Más allá de las discrepancias que podían surgirme, quizá también a Gabriel y a muchos otros, tenía la convicción de seguir la lucha en el PRT–ERP. Visto a la distancia, se trató de un error político enmarcado en una estrategia equivocada. Había que acompañar al pueblo en vez de caer en el vanguardismo. 
Caímos presos en el copamiento del Comando de Sanidad del Ejército. Allí moría el teniente coronel Raúl Duarte Ardoy, número dos del Regimiento de Patricios, en el intento de recuperar esa unidad militar. Una muerte que duele, como la de muchos otros que murieron en esos años donde las pasiones dominaron muchas veces la razón. Los miembros de ese comando del ERP quedamos presos y empezamos un peregrinaje por distintas cárceles. Un año después, el Tordo era detenido en Tucumán. En septiembre de 1974, cuando estaba reunida la conducción del PRT en esa regional, un grupo de policías y militares caía en una casa operativa y capturaba a seis militantes, entre ellos su responsable político, el cordobés Humberto Tumini.
El Tordo, por entonces, no formaba parte del comité de conducción porque estaba sancionado. Se trataba de algo habitual en la organización: las faltas de conducta, en general consideradas como una "baja en la moral revolucionaria" eran tratadas por comités de militantes que decidían sanciones. El Tordo, por entonces, "estaba en la base" pero ese día también estaba en la casa donde se reunía la conducción. Y, para el enemigo, el Tordo no era solo uno más. Su compañera, Liliana Montanaro, quedaba con los dos hijos: Pablo, el mayor, había nacido en la cárcel, y Gabriel, el pequeño, en Tucumán. Liliana, en ese momento, se encontraba en Rosario y se enteraba por la radio de la detención del Tordo.
Los seis detenidos fueron llevados a una comisaría, torturados brutalmente y llevados a declarar ante el juez federal Manlio Martínez, recientemente condenado por delitos de lesa humanidad. Tumini recuerda que, mientras ellos prestaban declaración, maltrechos por los diez días de torturas, los policías y militares, vestidos de civil, hacían disparos dentro del juzgado. Otro de los detenidos, Alberto Genoud, trataba de tranquilizar a su señoría. Los seis fueron sacados del penal de Villa Urquiza en Tucumán y llevados al aeropuerto. Antes de subir al avión, pudieron divisar a Benjamín Menéndez, entonces a cargo de la Quinta Brigada que operaba en Tucumán. Los trasladaron a la cárcel de Villa Devoto y luego a la de Rawson. 
A principios de 1976, personal de Fuerza Aérea los trasladó a Tucumán para declarar ante el juez por las denuncias de apremios ilegales que habían hecho. No era un momento adecuado para ir a denunciar torturas, pero salieron vivos y los de Aeronáutica los llevaron de nuevo a una cárcel legal. Dos años después, cuando se acercaba el inicio del Mundial 78, los seis fueron sacados y llevados a la cárcel de Encausados de Córdoba. Formaban parte de un grupo de 19 presos tomados como rehenes por si algún comando de ERP o Montoneros hacía acciones militares. 
De Encausados fueron a dos campos de concentración, La Ribera y La Perla. Entre tantas idas y vueltas, un día, un hombre, quizá un coronel de inteligencia creía el Tordo, lo entrevistó por un buen rato. Era algo que hacían habitualmente para "hacer un perfil", hacer preguntas indicativas de cómo era la moral del preso. El Tordo pensó en ese momento que la entrevista podía ser el cadalso. Motivos no faltaban. Casos de asesinatos de presos legales había demasiados.
El Tordo fue a parar a la cárcel de Sierra Chica, al pabellón 11, al igual que Alberto Cacho Bocles, Juan Martín Guevara y Jorge Quintás, entre otros militantes del PRT. Además había algunos militantes de Montoneros. Le llamaban el pabellón de la muerte. Gabriel y yo, por entonces, estábamos en el pabellón 2 de La Plata, al que también le llamaban pabellón de la muerte. En Sierra Chica estaban todo el día encerrados, salían una hora diaria al recreo y ahí podían conversar un poco. El resto de las comunicaciones corría por cuenta por golpecitos en morse en las inmensas paredes y hecho a una velocidad increíble. 
Una tarde fueron a buscarlo. El Tordo alcanzó a pasar por la celda de Bocles: "De esta no vuelvo, Cacho". Lacónico. Tanto como certero. De allí lo llevaron a Córdoba. Su padre, el inmenso Osvaldo, se enteró y fue de Santa Fe a Córdoba. Pudo verlo en la cárcel de Encausados. Luego, cuando volvió a la visita, le dijeron que había sido trasladado. Pudo averiguar que a Tucumán. Allá fue. Todo fue muy rápido. Pudieron reconstruir esos últimos momentos como para poder identificar a los seis asesinos. El Tordo fue llevado a la cárcel de Villa Urquiza y luego lo sacaron. Inventaron una fuga, por supuesto. El Tordo se encontró con el cuerpo muerto de su joven hijo. Liliana, su compañera, y sus dos hijos, recibían la noticia desde París, donde había podido resguardar su vida.
Pocos días después, el padre fue a abrazarse con Gabriel a la visita de la U9 de La Plata. En noviembre de 1978, luchas internas entre los responsables de los crímenes en esa ciudad, decidieron abortar otro invento de plan de fuga. Esta vez, habían empezado a cavar un túnel desde una casa cercana a ese penal. Era para justificar una masacre con quienes estábamos en los pabellones 1 y 2. Alguien consideró que no era conveniente. O alguien creyó simplemente cualquier otra cosa.
Pero el hecho es que fuimos trasladados a Sierra Chica. Fue entonces que De Benedetti padre volvía a la capilla de esa cárcel de visita. Para ver a Gabriel. Reencontró allí a varios de los que habían estado con el Tordo. Ese padre, dolido en el alma, dijo a los presos: "Qué se creían, que porque somos De Benedetti no nos iba a tocar". 
Ese médico de familia, de clase media y convicciones sociales profundas, que nunca había empuñado un arma, había acompañado a sus hijos con la fiereza de un quijote. Así, alto, desgarbado, narigón, siempre sonriente, abrazó y alentó a todos. Sierra Chica fue breve. De allí a Rawson. 
Y la desgracia no terminaba. Gabriel recibía las cartas de Adela, su compañera, que había logrado llegar a París con la pequeña hija de ambos a cuestas y empezar a estudiar trabajo social. Gabriel estaba en el pabellón 1 de Rawson. El destino quiso que Cacho Bocles estuviera en ese mismo pabellón. Gabriel era un tipo de lo más templado. No se le conocía ningún decaimiento en su compromiso. Pero la mente humana suele jugar malas pasadas. Los compañeros de pabellón detectaron que empezaba a decir cosas extrañas, quizá por manía persecutoria, quizá por un delirio. Vaya a saber cómo eran los laboratorios para volver locos a los presos. Lo concreto es que un día, cuando sacaban al recreo a los de ese pabellón, Gabriel no salió. No se pudo saber si no lo dejaron salir o él pidió quedarse. Habían pasado menos de dos años de la muerte del Tordo, su hermano mayor. Cuando volvieron del recreo, los compañeros supieron que Gabriel se había quitado la vida.
Adela vive en París, trabajó en institutos de salud mental hasta jubilarse el año pasado. La hija que tuvo con Gabriel, Cecilia, vive con su compañero, también en París, y tuvieron a Nina. Adela, años después de enviudar, se volvió a casar y tuvo a Charlotte, que vive con ella. El padre de Charlotte murió joven, de cáncer. El inmenso cronopio Osvaldo De Benedetti vivió en París. Cuando viajé por primera vez a esa ciudad, me fue a buscar a una estación de tren y me llevó hasta su casa. Allí comimos junto a la madre del Tordo y Gabriel y junto a su hermano menor, por entonces un adolescente inquieto a quien le gustaba el tenis. Supe, por Adela, muchísimos años después, que Gabriel de chico era un buen tenista. El gran cronopio murió de viejo y hasta último momento desparramó mucho amor.
El ex juez Manlio Martínez fue detenido en abril pasado. Ese hombre había rechazado centenares de habeas corpus, falsificado juicios, negado torturas, firmado actas de libertad cuando se trataba de crímenes con fugas fraguadas. Liliana Montanaro declaró en video conferencia al Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tucumán.
Ese mismo tribunal dio a conocer el jueves pasado la sentencia en el juicio oral en el marco de la causa en la que se investiga el homicidio de Osvaldo Sigfrido De Benedetti, sucedido el 21 de julio de 1978. El tribunal –integrado por los jueces Gabriel Eduardo Casas, Carlos Enrique Ignacio Jiménez Montilla y Juan Carlos Reynaga– impuso la pena de prisión perpetua a Ariel Rolando Valdiviezo, Alberto Carlos Lucena, Jorge González Navarro, Héctor Hugo Lorenzo Chilo, Jorge Eduardo Gorleri y Camilo Ángel Colotti. También se encuentra imputado Luciano Benjamín Menéndez, quien fue apartado del proceso por estar afrontando otros dos juicios orales en las provincias de La Rioja y Córdoba. La lectura de los fundamentos de la sentencia se difirió para el próximo 5 de junio, a horas del mediodía. 

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